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sábado, 31 de mayo de 2014
Ejercicio de escritura: Diseño de personajes
1. Ve la presentación.
2. Responde al formulario cómo si tu fueras un personaje.
3. Revisa el modelo actacial
4. Ve al vídeo que se encuentra en enlace para que apliques el cuadro actancial al mito de Orfeo y Eurídice.
5. Realiza un segundo cuadro actancial con los datos del formulario, como si fueras el protagonista de una historia.
Ejercicio de escritura: El microrrelato
1. Ve la presentación.
Taller de Escritura: El micro relato from Taller de Lectura y Escritura "En Espiral"
2. Al término de la presentación se encuentran una serie de imágenes. Selecciona una y escribe un microrrelato.
2. Al término de la presentación se encuentran una serie de imágenes. Selecciona una y escribe un microrrelato.
Ejercicio de escritura: Escribir acerca de un libro en un libro
1. Lee el cuento de María Luisa Bombal, "El árbol"
"El árbol" de María Luisa Bombal from Taller de Lectura y Escritura "En Espiral"
2. Ve la siguiente presentación y realiza el ejercicio.
2. Ve la siguiente presentación y realiza el ejercicio.
Jorge Luis Borges: "Cómo nace un texto"
Empieza por una suerte de revelación.
Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé
que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un
cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más
general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego
ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder.
En el caso de un cuento, por ejemplo,
bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la
meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué
sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por
ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera
persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí "eso es una
solución personal mía", creo que para mí lo más cómodo viene a ser la
última década del siglo XIX. Elijo "si se trata de un cuento
porteño", lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas,
de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo.
Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros
muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si
un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en
un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de
tal clase no usaría tal o cual expresión."
El escritor prevé todo esto y se siente
trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano;
y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir
sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que
es necesario que el escritor que escribe una fábula "por fantástica que
sea" crea, por el momento, en la realidad de la fábula.
viernes, 23 de mayo de 2014
Friedrich Nietzsche: "Diez mandamientos para escribir con estilo"
Lo que importa más es la vida: el estilo
debe vivir.
El estilo debe ser apropiado a tu
persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu
pensamiento.
Antes de tomar la pluma, hay que saber
exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir
debe ser sólo una imitación.
El escritor está lejos de poseer todos
los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy
expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su
modelo.
La riqueza de la vida se traduce por la
riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la
longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también
la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.
Cuidado con el período. Sólo tienen
derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la
mayor parte, el período es tan sólo una afectación.
El estilo debe mostrar que uno cree en
sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.
Cuanto más abstracta es la verdad que se
quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos
del lector.
El tacto del buen prosista en la
elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero
sin franquear jamás el límite que la separa.
No es sensato ni hábil privar al lector
de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle
el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.
Friedrich Nietzsche
(Röcken, actual Alemania, 1844-Weimar,
id., 1900) Filósofo alemán, nacionalizado suizo. Su abuelo y su padre fueron
pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente religioso. Tras
estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a los
veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la Universidad de
Basilea; pocos años después, sin embargo, abandonó la docencia, decepcionado por
el academicismo universitario. En su juventud fue amigo de Richard Wagner, por
quien sentía una profunda admiración, aunque más tarde rompería su relación con
él.
La vida del filósofo fue volviéndose
cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se
intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en
matrimonio a la poetisa Lou Andreas Salomé, por quien fue rechazado, tras lo
cual se recluyó definitivamente en su trabajo. Si bien en la actualidad se
reconoce el valor de sus textos con independencia de su atormentada biografía,
durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la
enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.
Los últimos once años de su vida los
pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de Naumburg,
aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el desconocimiento de
la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su fallecimiento, su hermana
manipuló sus escritos, aproximándolos al ideario del movimiento nazi, que no
dudó en invocarlos como aval de su ideología; del conjunto de su obra se
desprende, sin embargo, la distancia que lo separa de ellos.
Entre las divisiones que se han propuesto
para las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética sea la que distingue entre
un primer período de crítica de la cultura y un segundo período de madurez en
que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más
aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el que más impacto causó en
su época, la interpretación posterior, a partir de Heidegger, se ha fijado,
sobre todo, en sus últimas obras.
Como crítico de la cultura occidental,
Nietzsche considera que su sentido ha sido siempre reprimir la vida (lo
dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la
filosofía, que desde Platón ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de
esencias, y el cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan
por instaurar una sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y
la infinita variedad de la vida son anulados en nombre de una vida y un orden
ultraterrenos, en los que el hombre alivia su angustia.
Su labor hermenéutica se orienta en este
período a mostrar cómo detrás de la racionalidad y la moral occidentales se
hallan siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los impulsos
vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin la
mezquina seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a la lucha
de distintas voluntades de poder como único motor y sentido de la existencia.
El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus obras de madurez, debe
interpretarse no tanto en un sentido biológico como hermenéutico: son las
distintas versiones del mundo, o formas de vivirlo, las que se enfrentan, y si
Nietzsche ataca la sociedad decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un
superhombre, no se trata de que éste posea en mayor grado la verdad sobre el
mundo, sino que su forma de vivirlo contiene mayor valor y capacidad de riesgo.
Otra doctrina que ha dado lugar a
numerosas interpretaciones es la del eterno retorno, según la cual la
estructura del tiempo sería circular, de modo que cada momento debería
repetirse eternamente. Aunque a menudo Nietzsche parece afirmar esta tesis en
un sentido literal, ello sería contradictorio con el perspectivismo que domina
su pensamiento, y resulta en cualquier caso más sugestivo interpretarlo como la
idea regulativa en que debe basarse el superhombre para vivir su existencia de
forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente, puesto que
si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se encuentra tan sólo en sí
mismo, y no en el futuro.
jueves, 22 de mayo de 2014
G.K. Chesterton: "Cómo escribir un cuento policíaco"
Que quede claro que escribo este artículo
siendo totalmente consciente de que he fracasado en escribir un cuento
policíaco. Pero he fracasado muchas veces. Mi autoridad es por lo tanto de
naturaleza práctica y científica, como la de un gran hombre de estado o
estudioso de lo social que se ocupe del desempleo o del problema de la
vivienda. No tengo la pretensión de haber cumplido el ideal que aquí propongo
al joven estudiante; soy, si les place, ante todo el terrible ejemplo que debe
evitar. Sin embargo creo que existen ideales para la narrativa policíaca, como
existen para cualquier actividad digna de ser llevada a cabo. Y me pregunto por
qué no se exponen con más frecuencia en la literatura didáctica popular que nos
enseña a hacer tantas otras cosas menos dignas de efectuarse. Como, por
ejemplo, la manera de triunfar en la vida. La verdad es que me asombra que el
título de este artículo nos vigile ya desde lo alto de cada quiosco. Se
publican panfletos de todo tipo para enseñar a la gente las cosas que no pueden
ser aprendidas como tener personalidad, tener muchos amigos, poesía y encanto
personal. Incluso aquellas facetas del periodismo y la literatura de las que
resulta más evidente que no pueden ser aprendidas, son enseñadas con asiduidad.
Pero he aquí una muestra clara de sencilla artesanía literaria, más
constructiva que creativa, que podría ser enseñada hasta cierto punto e incluso
aprendida en algunos casos muy afortunados. Más pronto o más tarde, creo que
esta demanda será satisfecha, en este sistema comercial en que la oferta
responde inmediatamente a la demanda y en el que todo el mundo está frustrado
al no poder conseguir nada de lo que desea. Más pronto o más tarde, creo que
habrá no sólo libros de texto explicando los métodos de la investigación
criminal sino también libros de texto para formar criminales. Apenas será un
pequeño cambio de la ética financiera vigente y, cuando la vigorosa y astuta
mentalidad comercial se deshaga de los últimos vestigios de los dogmas
inventados por los sacerdotes, el periodismo y la publicidad demostrarán la
misma indiferencia hacia los tabúes actuales que hoy en día demostramos hacia
los tabúes de la Edad Media. El robo se justificará al igual que la usura y nos
andaremos con los mismos tapujos al hablar de cortar cuellos que hoy tenemos
para monopolizar mercados. Los quioscos se adornaran con títulos como "La
falsificación en quince lecciones" o "¿Por qué aguantar las miserias del
matrimonio?", con una divulgación del envenenamiento que será tan científica
como la divulgación del divorcio o los anticonceptivos.
Pero, como a menudo se nos recuerda, no
debemos impacientarnos por la llegada de una humanidad feliz y, mientras tanto,
parece que es tan fácil conseguir buenos consejos sobre la manera de cometer un
crimen como sobre la manera de investigarlos o sobre la manera de describir la
manera en que podrían investigarse. Me imagino que la razón es que el crimen, su
investigación, su descripción y la descripción de la descripción requieren,
todas ellas, algo de inteligencia. Mientras que triunfar en la vida y escribir
un libro sobre ello no requieren de tan agotadora experiencia.
En cualquier caso, he notado que al pensar
en la teoría de los cuentos de misterio me pongo lo que algunos llamarían
teórico. Es decir que empiezo por el principio, sin ninguna chispa, gracia,
salsa ni ninguna de las cosas necesarias del arte de captar la atención,
incapaz de despertar o inquietar de ninguna manera la mente del lector.
Lo primero y principal es que el
objetivo del cuento de misterio, como el de cualquier otro cuento o cualquier
otro misterio, no es la oscuridad sino la luz. El cuento se escribe para el
momento en el que el lector comprende por fin el acontecimiento misterioso, no
simplemente por los múltiples preliminares en que no. El error sólo es la
oscura silueta de una nube que descubre el brillo de ese instante en que se
entiende la trama. Y la mayoría de los malos cuentos policíacos son malos
porque fracasan en esto. Los escritores tienen la extraña idea de que su
trabajo consiste en confundir a sus lectores y que, mientras los mantengan
confusos, no importa si les decepcionan. Pero no hace falta sólo esconder un
secreto, también hace falta un secreto digno de ocultar. El clímax no debe ser
anticlimático. No puede consistir en invitar al lector a un baile para
abandonarle en una zanja. Más que reventar una burbuja debe ser el primer albor
de un amanecer en el que el alba se ve acentuada por las tinieblas. Cualquier
forma artística, por trivial que sea, se apoya en algunas verdades valiosas. Y
por más que nos ocupemos de nada más importante que una multitud de Watsons
dando vueltas con desorbitados ojos de búho, considero aceptable insistir en
que es la gente que ha estado sentada en la oscuridad la que llega a ver una
gran luz; y que la oscuridad sólo es valiosa en tanto acentúa dicha gran luz en
la mente.
Siempre he considerado una coincidencia
simpática que el mejor cuento de Sherlock Holmes tiene un título que, a pesar
de haber sido concebido y empleado en un sentido completamente diferente,
podría haber sido compuesto para expresar este esencial clarear: el título es
"Resplandor plateado" ("Silver Blaze").
El segundo gran principio es que el alma
de los cuentos de detectives no es la complejidad sino la sencillez. El secreto
puede ser complicado pero debe ser simple. Esto también señala las historias de
más calidad. El escritor esta ahí para explicar el misterio pero no debería
tener que explicar la propia explicación. Ésta debe hablar por sí misma.
Debería ser algo que pueda decirse con voz silbante (por el malo, por supuesto)
en unas pocas palabras susurradas o gritado por la heroína antes de desmayarse
por la impresión de descubrir que dos y dos son cuatro. Ahora bien, algunos
detectives literarios complican más la solución que el misterio y hacen el
crimen más complejo aún que su solución.
En tercer lugar, de lo anterior
deducimos que el hecho o el personaje que lo explican todo, deben resultar
familiares al lector. El criminal debe estar en primer plano pero no como
criminal; tiene que tener alguna otra cosa que hacer que, sin embargo, le
otorgue el derecho de permanecer en el proscenio. Tomaré como ejemplo el que ya
he mencionado, "Resplandor plateado". Sherlock Holmes es tan conocido
como Shakespeare. Por lo tanto, no hay nada de malo en desvelar, a estas
alturas, el secreto de uno de estos famosos cuentos. A Sherlock Holmes le dan
la noticia de que un valioso caballo de carreras ha sido robado y el entrenador
que lo vigilaba asesinado por el ladrón. Se sospecha, justificadamente, de
varias personas y todo el mundo se concentra en el grave problema policial de
descubrir la identidad del asesino del entrenador. La pura verdad es que el
caballo lo asesinó.
Pues bien, considero el cuento modélico
por la extrema sencillez de la verdad. La verdad termina resultando algo muy
evidente. El caballo da título al cuento, trata del caballo en todo momento, el
caballo está siempre en primer plano, pero siempre haciendo otra cosa. Como
objeto de gran valor, para los lectores, va siempre en cabeza. Verlo como el
criminal es lo que nos sorprende. Es un cuento en el que el caballo hace el
papel de joya hasta que olvidamos que una joya puede ser un arma.
Si tuviese que crear reglas para este
tipo de composiciones, esta es la primera que sugeriría: en términos generales,
el motor de la acción debe ser una figura familiar actuando de una manera poco
frecuente. Debería ser algo conocido previamente y que esté muy a la vista. De
otra manera no hay autentica sorpresa sino simple originalidad. Es inútil que
algo sea inesperado no siendo digno de espera. Pero debería ser visible por
alguna razón y culpable por otra. Una gran parte de la tramoya, o el truco, de
escribir cuentos de misterio es encontrar una razón convincente, que al mismo
tiempo despiste al lector, que justifique la visibilidad del criminal, más allá
de su propio trabajo de cometer el crimen. Muchas obras de misterio fracasan al
dejarlo como un cabo suelto en la historia, sin otra cosa que hacer que
delinquir. Por suerte suele tener dinero o nuestro sistema legal, tan justo y
equitativo, le habría aplicado la ley de vagos y maleantes mucho antes de que
lo detengan por asesinato. Llegamos al punto en que sospechamos de estos
personajes gracias a un proceso inconsciente de eliminación muy rápido. Por lo
general, sospechamos de él simplemente porque nadie lo hace. El arte de contar
consiste en convencer, durante un momento, al lector no sólo de que el
personaje no ha llegado al lugar del crimen sin intención de delinquir si no de
que el autor no lo ha puesto allí con alguna segunda intención. Porque el
cuento de detectives no es más que un juego. Y el lector no juega contra el
criminal sino contra el autor.
El escritor debe recordar que en este
juego el lector no preguntará, como a veces hace en una obra seria o realista:
¿Por qué el agrimensor de gafas verdes trepa al árbol para vigilar el jardín
del médico? Sin sentirlo ni dudarlo, se preguntará: ¿Porque el autor hizo que
el agrimensor trepase al árbol o cuál es la razón que le hizo presentarnos a un
agrimensor?. El lector puede admitir que cualquier ciudad necesita un
agrimensor sin reconocer que el cuento pueda necesitarlo. Es necesario
justificar su presencia en el cuento (y en el árbol) no sólo sugiriendo que lo
envía el Ayuntamiento sino explicando por qué lo envía el autor. Más allá de
las faltas que planea cometer en el interior de la historia debe tener alguna
otra justificación como personaje de la misma, no como una miserable persona de
carne y hueso en la vida real. El lector, mientras juega al escondite con su
auténtico rival el autor, tiende a decir: Sí soy consciente de que un
agrimensor puede trepar a un árbol, y sé que existen árboles y agrimensores.
¿Pero qué está haciendo con ellos? ¿Por qué hace usted que este agrimensor en
concreto trepase a este árbol en particular, hombre astuto y malvado?
Esto nos conduce al cuarto principio que
debemos recordar. La gente no lo reconocerá como práctico ya que, como en los
otros casos, los pilares en que se apoya lo hacen parecer teórico. Descansa en
el hecho que, entre las artes, los asesinatos misteriosos pertenecen a la gran
y alegre compañía de las cosas llamadas chistes. La historia es un vuelo de la
imaginación. Es conscientemente una ficción ficticia. Podemos decir que es una
forma artística muy artificial pero prefiero decir que es claramente un
juguete, algo a lo que los niños juegan. De donde se deduce que el lector que es
un niño, y por lo tanto muy despierto, es consciente no sólo del juguete,
también de su amigo invisible que fabricó el juguete y tramó el engaño. Los
niños inocentes son muy inteligentes y algo desconfiados. E insisto en que una
de las principales reglas que debe tener en mente el hacedor de cuentos
engañosos es que el asesino enmascarado debe tener un derecho artístico a estar
en escena y no un simple derecho realista a vivir en el mundo. No debe venir de
visita sólo por motivos de negocios, deben ser los negocios de la trama. No se
trata de los motivos por los que el personaje viene de visita, se trata de los
motivos que tiene el autor para que la visita ocurra. El cuento de misterio
ideal es aquel en que es un personaje tal y como el autor habría creado por
placer, o por impulsar la historia en otras áreas necesarias y después
descubriremos que está presente no por la razón obvia y suficiente sino por la
segunda y secreta. Añadiré que por este motivo, a pesar de las burlas hacia los
noviazgos estereotipados, hay mucho que decir a favor de la tradición
sentimental de estilo más lector o más victoriano. Habrá quien lo llame un
aburrimiento pero puede servir para taparle los ojos al lector.
Por último, el principio de que los
cuentos de detectives, como cualquier otra forma literaria, empiezan con una
idea. Lo que se aplica también a sus facetas más mecánicas y a los detalles.
Cuando la historia trata de investigaciones, aunque el detective entre desde
fuera el escritor debe empezar desde dentro. Cada buen problema de este tipo
empieza con una buena idea, una idea simple. Algún hecho de la vida diaria que
el escritor es capaz de recordar y el lector puede olvidar. Pero en cualquier
caso la historia debe basarse en una verdad y, por más que se le pueda añadir, no
puede ser simplemente una alucinación.
G. K. Chesterton
(Gilbert Keith Chesterton; Campden Hill,
1874 - Londres, 1936) Crítico, novelista y poeta inglés, cuya obra de ficción
lo califica entre los narradores más brillantes e ingeniosos de la literatura
de su lengua. El padre de Chesterton era un agente inmobiliario que envió a su
hijo a la prestigiosa St. Paul School y luego a la Slade School of Art; poco
después de graduarse se dedicó por completo al periodismo y llegó incluso a
editar su propio semanario, G.Ks Weekly.
Desde joven se sintió atraído por el
catolicismo, como su amigo el poeta Hilaire Belloc, y en 1922 abandonó el
protestantismo en una ceremonia oficiada por su amigo el padre O´Connor, modelo
de su detective Brown, un cura católico inventado años antes.
Además de poesía (El caballero salvaje,
1900) y excelentes y agudos estudios literarios (Robert Browning, Dickens o
Bernard Shaw, entre 1903 y 1909), este conservador estetizante, se dedicó a la narrativa
detectivesca, con El hombre que fue Jueves, una de sus obras maestras,
aparecida en 1908.
A partir de 1911 empezaron las series
del padre Brown, inauguradas por El candor del padre Brown, novelas
protagonizadas por ese brillante sacerdote-detective que consolidaron su fama. De hecho,
Chesterton inventó, como lo haría un poco más tarde T. S. Eliot o E. Waugh, una
suerte de nostalgia católica anglosajona que celebraba la jocundia medieval y
la vida feudal, por ejemplo, en Chaucer (a quien dedicó un ensayo), mientras
que abominaba de la Reforma protestante y, sobre todo, del puritanismo.
Maestro de la ironía y del juego de la
paradoja lógica como motor de la narración, polígrafo, excéntrico, orfebre de
sentencias de deslumbrante precisión, en su abundantísima obra (más de cien
volúmenes) aparecen todos los géneros de la prosa, incluido el tratado de
teología divulgativo y de gran poder de persuasión.
Los ya citados relatos del padre Brown
siguen la línea de Arthur Conan Doyle, mientras que los dedicados a un
investigador sedente, el gordo y plácido Mr. Pond (literalmente
"estanque"), inauguraron la tradición de detectives que especulan
sobre la conducta humana a través de fuentes indirectas, desde Nero Wolf hasta
Bustos Domecq, el policía encarcelado que forjaron Adolfo Bioy Casares y Jorge
Luis Borges, dos de los lectores más devotos que Chesterton ha tenido en el
siglo XX.
Escribir
Para los pueblos indoeuropeos que se
extendieron por Europa y parte de Asia hace unos 4.000 años, la raíz sker- se
vinculaba con significados afines a las ideas de ‘cortar’, ‘separar’ y también
‘rascar’. En el norte de Europa surgió la palabra que terminó en el scar
‘cicatriz’ del inglés de hoy, mientras que en Roma se derivó hacia cicatrix,
-icis, de donde nos viene cicatriz.
Cuando estos pueblos adquirieron la
escritura, en algunas variantes indoeuropeas se derivó otra más reciente,
skrïbh-, que, dio lugar a ‘marcar sobre una corteza, rascar, bosquejar’. En
latín se formó scribere, inicialmente ‘marcar sobre una corteza’ y luego
‘bosquejar’, hasta que estos significados cedieron paso a ‘escribir’. Cicerón,
Horacio y Ovidio ya empleaban scribere con un significado muy semejante
'escribir', pero sin que se hubiera perdido totalmente la denotación de
‘marcar’. En efecto, Quintiliano, ya a fines del siglo I d. C. usaba scribere
stigmata fugitivo para expresar ‘marcar con hierro a un esclavo fugitivo’.
La escritura es, pues, etimológicamente,
una cicatriz que dejamos sobre el papel y nombre tiene una historia que es
mucho más antigua que ella misma.
martes, 20 de mayo de 2014
Ejercicio de Escritura: Ambiente y espacio en la narración
El ambiente es el espacio general en
cual se desarrolla el relato; en él se mueven los personajes. Existe el
ambiente físico y el ambiente sicológico.
Ejercicio:
Ingresa y revisa la presentación de
Prezi:
Realiza el ejercicio que se menciona al
final de la presentación de Prezi.
Concluye viendo el video.
Concluye viendo el video.
lunes, 19 de mayo de 2014
Ejercicio de escritura: La descripción
Una descripción es el retrato literario
de cuanto el narrador puede ver o saber sobre un personaje, un paisaje y más. Es
lo más parecido a una fotografía con palabras. Tradicionalmente se dice que una
imagen vale más que mil palabras, y no es errónea esa expresión, puesto que si
tuviésemos de describir con palabras sentimientos o sensaciones que tenemos
ante ciertos momentos, usaríamos más de esas mil palabras.
Instrucciones para el ejercicio de
descripción narrativa:
1. Lee los siguientes textos:
1.1. Autorretrato de Miguel de Cervantes:
"Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Este digo, que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso,... Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra." (
1.2. Autorretrato de Antonio Machado:
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de
Sevilla,
y un huerto claro donde madura el
limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de
Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar
no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he
sido
—ya conocéis mi torpe aliño
indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó
Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de
hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre
jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su
doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra,
bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna
estética
corté las viejas rosas del huerto de
Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual
cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo
gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores
huecos
y el coro de los grillos que cantan a la
luna.
A distinguir me paro las voces de los
ecos,
y escucho solamente, entre las voces,
una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar
quisiera
mi verso, como deja el capitán su
espada:
famosa por la mano viril que la
blandiera,
no por el docto oficio del forjador
preciada.
Converso con el hombre que siempre va
conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios
un día—;
mi soliloquio es plática con este buen
amigo
que me enseñó el secreto de la
filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto
he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que
habito,
el pan que me alimenta y el lecho en
donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de
tornar,
me encontraréis a bordo ligero de
equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
(El Liberal, 1 de febrero de 1908, sin
título.
Campos de Castilla, Madrid,
Renacimiento, 1912.)
1.3. Autorretrato de Manuel Machado:
RETRATO
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo
que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no
lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso
no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien
quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la
gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la
destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada.
Prefiero,
a olor helénico y puro, lo
"chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién -dice el
vulgo-,
con Montmartre y con la Macarena
comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo
primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy deprisa por la vida. Y
mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo
prisa.
1.4. Autorretrato de Nicanor Parra:
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
(De Poemas y antipoemas - Santiago,
Nascimento,1954)
2. Revisa con cuidado la siguiente presentación en Prezi:
3. Escribe tu autorretrato.
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