- Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.
- La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.
- Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".
- Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
- Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
- Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...
- A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
- Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.
Ernest Hemingway
(Ernest Miller Hemingway; Oak Park, 1899
- Ketchum, 1961) Narrador estadounidense cuya obra, considerada ya clásica en
la literatura del siglo XX, ha ejercido una notable influencia tanto por la
sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de una
época que representa. Recibió el premio Nobel en 1954.
Ya se había iniciado en el periodismo
cuando se alistó como voluntario en la Primera Guerra Mundial, como conductor
de ambulancias, hasta que fue herido de gravedad. De vuelta a Estados Unidos
retomó el periodismo hasta que se trasladó a París, donde alternó con las
vanguardias y conoció a E. Pound, Pablo Picasso, J. Joyce y G. Stein, entre
otros. Participó en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial como
corresponsal, experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.
Él mismo declaró que su labor como
periodista lo había influido incluso estéticamente, pues lo obligó a escribir
frases directas, cortas y duras, excluyendo todo lo que no fuera significativo.
Su propio periodismo, por otra parte, también influyó en el reportaje y las
crónicas de los corresponsales futuros.
Entre sus primeros libros se encuentran
Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro tiempo (1924) y Hombres sin
mujeres (1927), que incluye el antológico cuento "Los asesinos". Ya
en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría famoso y maestro de
varias generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos que van creando
un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por
la realidad. El autor explicaba su técnica con el modelo del témpano de hielo,
que oculta la mayor parte de su materia bajo el agua, dejando visible sólo una
pequeña parte a la luz del día.
Otros cuentos de parecida factura
también son antológicos, como "Un lugar limpio y bien iluminado",
"La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del
Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato
bajo la lluvia" y muchos más. En algunas de sus mejores historias hay un
vago elemento simbólico sobre el que gira el relato, como una metáfora que se
desarrolla en el plano de la realidad.
La mayor parte de su obra plantea a un
héroe enfrentado a la muerte y que cumple una suerte de código de honor; de ahí
que sean matones, toreros, boxeadores, soldados, cazadores y otros seres
sometidos a presión. Tal vez su obra debe ser comprendida como una especie de
romanticismo moderno, que aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el
escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos
inauguran un nuevo tipo de "realismo" que, aunque tiene sus raíces en
el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma hacia una cotidianidad
dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores posteriores como
R. Carver.
Uno de los personajes de Hemingway
expresa: "El hombre puede ser destruido, pero no derrotado". Y uno de
sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al hombre con la
muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia. Pero sus
héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación
solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de otras
vidas". A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de
antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia juventud,
y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.
Sus novelas tal vez sean más populares
aunque menos perfectas estilísticamente que los cuentos. Sin embargo, Fiesta
(1926) puede ser considerada una excepción; en ella se cuenta la historia de un
grupo de norteamericanos y británicos, integrantes de la llamada
"generación perdida", que vagan sin rumbo fijo por España y Francia.
En 1929 publicó Adiós a las armas, historia sentimental y bélica que se
desarrolla en Italia durante la guerra. En Tener y no tener (1937), condena las
injusticias económicas y sociales. En 1940 publicó Por quién doblan las
campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de ventas
y se llevó a la pantalla.
En 1952 dio a conocer El viejo y el mar,
que tiene como protagonista a un modesto pescador de La Habana, donde vivió y
escribió durante muchos años enfrentado a la naturaleza. Algunos críticos han
visto en este texto la culminación de su obra, porque en él confluyen el
humanismo y la economía artística; otros, sin embargo, opinan que éste no es el
mejor Hemingway, por una cierta pretensión didáctica. Hacia el final de una
vida aventurera, cansado y enfermo, se suicidó como lo haría alguno de sus
personajes, disparándose con una escopeta de caza. Para muchos, es uno de los
escasos autores míticos de la literatura contemporánea.
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